martes, 7 de febrero de 2012


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SOBRE LAS PERCEPCIONES DEL ALMA  
Y EL CRECIMIENTO ESPIRITUAL

(Reflexiones sobre la doctrina espiritual 

de San Juan de la Cruz)


Cita:

...¨ 11. Donde se ve claro que, cuanto más el alma se desnudare con la voluntad y afecto de las aprehensiones de las manchas de aquellas formas, imágenes y figuras en que vienen envueltas las comunicaciones espirituales que habemos dicho, no sólo no se priva de estas comunicaciones y bienes que causan, mas se dispone mucho más para recibirlas con más abundancia, claridad, libertad de espíritu y sencillez, dejadas aparte todas aquellas aprehensiones, que son las cortinas y velos que encubren lo espiritual que allí hay, y así ocupan el espíritu y sentido, si en ellas se quisiese cebar, de manera que sencilla y libremente no se pueda comunicar el espíritu; porque, estando ocupada con aquella corteza, está claro que no tiene libertad el entendimiento para recibir lo espiritual en ellas. De donde, si el alma entonces las quiere admitir y hacer caso de ellas, sería embarazarse y contentarse con lo menos que hay en ellas, que es todo lo que ella puede aprehender y conocer de ellas, lo cual es aquella forma e imagen y particular inteligencia. Porque lo principal de ellas, que es lo espiritual que se le infunde, no sabe ella aprehender ni entender, ni sabe cómo es, ni lo sabría decir, porque es puro espiritual. Solamente lo que de ellas sabe, como decimos, es lo menos que hay en ellas a su modo de entender, que es las formas por el sentido. Y por eso digo que pasivamente, sin que ella ponga su obra de entender y sin saberla poner, se le comunica de aquellas visiones lo que ella no supiera entender ni imaginar.
12. Por tanto, siempre se han de apartar los ojos del alma de todas estas aprehensiones que ella puede ver y entender distintamente (lo cual comunica en sentido y no hace fundamento y seguro de fe), y ponerlos en lo que no ve ni pertenece al sentido, sino al espíritu, que no cae en figura de sentido, que es lo que la lleva a la unión en fe, la cual es el propio medio, como está dicho. Y así, le aprovecharán al alma estas visiones en sustancia para fe, cuando bien supiere negar lo sensible e inteligible de ellas y usara bien del fin que Dios tiene en darlas al alma, desechándolas. Porque, como dijimos de las corporales, no las da Dios para que el alma las quiera tomar y poner su asimiento en ellas.¨



San Juan de la Cruz (1542 - 1591), carmelita descalzo, poeta, 
Patrón de los poetas.

 ¨Subida del Monte Carmelo¨, libro 2, cap.16

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          En este pasaje el santo trata de las impresiones específicas en forma de visiones, locuciones interiores, luces, revelaciones, gustos, etc. que el alma, una vez purificada de las percepciones corporales, recibe a través de sus potencias: voluntad, entendimiento, memoria, imaginación.
  
           Dice el santo maestro en el capítulo 16 p.2

     ¨Y es de saber que, debajo de este nombre de visiones imaginarias, queremos entender todas las cosas que debajo de imagen, forma, y figura y especie sobrenaturalmente se pueden representar a la imaginación. Porque todas las aprehensiones y especies que de todos los cinco sentidos corporales se representan a él y en él hacen asiento por vía natural, pueden por vía sobrenatural tener lugar en él y representársele sin ministerio alguno de los sentidos exteriores. Porque este sentido de la fantasía, junto con la memoria, es como un archivo y receptáculo del entendimiento, en que se reciben todas las formas e imágenes inteligibles: y así, como si fuese un espejo, las tiene en sí, habiéndolas recibido por vía de los cinco sentidos, o, como decimos, sobrenaturalmente; y así las representa al entendimiento, y allí el entendimiento las considera y juzga de ellas. Y no sólo puede eso, mas aún puede componer e imaginar otras a la semejanza de aquellas que allí conoce.¨

          En cuanto a las percepciones recibidas a través de los sentidos corporales, el poeta carmelitano los considera el primer (y más tosco, comparado con las percepciones interiores) obstáculo en el camino de la perfección espiritual. En el libro 1 advierte insistentemente que para el alma es imposible avanzar por la vía de los sentidos, es decir, sin haberse desembarazado por completo de lo que le llega a través de los ojos, los oídos, el olfato, el tacto y el sabor. Por una inclinación innata, el ser humano tiende a asirse a esas impresiones, prefiriendo lo visible a lo invisible; mejor dicho, lo perceptible a lo no perceptible, no dándose cuenta de que el espíritu, justo porque lo es, trasciende cualquier forma, imagen, sabor, olor o percepción, sean externas o internas. Por tanto, detenerse en lo que uno percibe equivale a realizar una cómoda suplantación de lo espiritual por lo definible. El santo advierte que quien  no trascienda, no se purifique antes que nada de las percepciones corporales y luego, de las interiores, nunca logrará entrar primero, en la así llamada ¨noche de los sentidos¨ (ausencia de percepciones corporales) y luego, en la ¨noche del alma¨ (ausencia de percepciones sobrenaturales) y por tanto, se verá privado del avance espiritual. 
              Si hemos de progresar en el espíritu, es lógico ir en dirección hacia el espíritu, es decir, desde lo perceptible hacia lo no perceptible y no al revés. Esto por una parte. Por otra parte, hablar de un camino, de un progreso espiritual sin Dios es contradictorio en sí, ya que las palabras mismas ¨camino¨ y ¨progreso¨ no tienen sentido sin un fin claramente definido: en lo material, el punto de destino y en lo espiritual, la unión amorosa con el Creador de nuestra parte espiritual, el alma. 
              El camino no puede ser una meta en sí: aparte de un  punto de partida, necesita de un punto de llegada para ser llamado camino con propiedad. 
             La inclinación a exteriorizarse e identificarse con la realidad objetiva deriva del concepto, a mi modo de ver equivocado, de que el ser humano forma parte de la realidad de la misma manera que un río, un pájaro o una nube, siendo por lo tanto un accidente más, ni mejor ni peor, dentro de la gran sinfonía del universo. En otras palabras, el ser humano sobrevalora la parte corporal porque no tiene consciencia de ser radicalmente diferente del resto de la creación, la única criatura que es espíritu y no un mero cuerpo: un espíritu eterno, no sujeto al tiempo y al espacio, con sus altos  objetivos y responsabilidades que van más allá de este mundo; un espíritu que no se nutre de las impresiones, sino del amor y finalmente, un espíritu envuelto en un cuerpo que cobra su dignidad únicamente del tesoro que alberga y que, siendo perecedero, está abocado a la desaparición en un futuro muy próximo. 
             El  alma que desconoce su verdadera identidad, la espiritual,  y que por otra parte no tiene noción de Dios (que también es espíritu) inevitablemente tiende al exterior, porque lo que se sabe corporal busca lo corporal. En vez de ir en dirección hacia lo espiritual, va hacia las criaturas; en vez de avanzar hacia Dios, se aleja de Dios. Pero como el sello amoroso de Dios en el alma es imborrable, ella no deja de buscar inconscientemente a su Creador; y como no lo encuentra porque no se conoce a sí misma y le falta la fe, inexorablemente acaba haciéndose un dios de la realidad misma. Así, la realidad  se convierte en una prisión y un sino para el hombre quien, agarrado a ella, teme caer en un abismo y un caos si intentase desprendersePor otra parte, este innatural anhelo de fundirse con lo exterior, con aquello que le es sustancialmente ajeno, origina una paradoja y un drama, ya que para el ser humano que no percibe un sentido de su vida más allá de la fusión con la realidad, ésta última no puede ser otra cosa que un espejismo, una ilusión que desaparecerá con su muerte. En otras palabras, en su ceguera el alma huérfana de Dios busca en la realidad exterior el único refugio y sentido y a la vez, reconoce estar invirtiendo sus mejores esfuerzos en una ilusión. Es imposible para mí expresar la angustia que me produce una filosofía tan triste e indigna del hombre.  



Olvido de lo criado
memoria del Criador,
atención a lo interior,
y estarse amando al Amado.


San Juan de la Cruz (Suma de la Perfección)



Konstantin (Constantino) Dimitrov. (c)


La poesía de San Juan de la Cruz (aquí)


Otros escritos míos: (aquí)


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