Batiendo Alas (Sobre un comentario de Reginald Blyth)




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                      La claridad es el ornato de los pensamientos profundos.                                                                                    proverbio chino



   Los dos problemas de la vida humana son la soledad y el aburrimiento, y los dos son un mismo problema. Hakyô ve que existen también en el mundo de la naturaleza, en nuestro mundo natural.


Águila enjaulada;

cuando está sola
bate sus alas.
Hakyô


   El haiku es la principal manera de no ser aburrido, es decir, de no estar solo. Sidney Smith le dio una vez a una mujer veintidós recetas contra la melancolía: "una era un fuego brillante; otra recordar todas las cosas agradables que se habían dicho sobre ella; otra, tener una caja de confituras en la repisa de la chimenea". Estos ejemplos pertenecerían al jinji, la sección de los asuntos humanos en el haiku. El Cielo es la perpetua contemplación de las cosas, especialmente las de la naturaleza. La hierba en el campo verde, los colores y las formas del viejo muro de piedra, la música del frío viento que lo recorre… El "placer" que nos provocan estas cosas se hace más hondo a medida que envejecemos, aumenta y amplía su alcance con nuestra lectura de haikus. Por lo tanto, el haiku debe ser un tema principal en las escuelas primarias y secundarias en todos los países del mundo. Sin embargo, debería estar prohibido en las universidades y, bajo ningún concepto, los niños deben ser sometidos a exámenes sobre estos temas, ni se les debe obligar a que los expliquen. ¿Y mis propias explicaciones? Algunos dicen que son mejores que muchos de los originales. Algunos dicen que deben omitirse. Coincido con ambos puntos de vista.

Fuente:R. H. Blyth: A History of Haiku. Hokuseido. Tokyo, 1964

                                                                 - o -

......Empecemos por la tesis principal de este comentario: 

CitaLos dos problemas de la vida humana son la soledad y el aburrimiento, y los dos son un mismo problema.     
Esta afirmación de Blyth es tan sorprendente que uno no sabe si pasarla por alto o ponerse a desmentirla, a pesar de ser tan evidentemente deficiente. Optamos por lo segundo, esperando poder aportar algo, aunque sea un poquito, a lo que por otro lado no necesita mucho comentario.
Antes que nada, creemos que en esta afirmación de Blyth existe un serio problema de prioridades: al hablar del ¨mayor de los males¨, enfoca la consecuencia, es decir, la vida humana y no la causa, el ser humano mismo. La vida humana es la manifestación, la manera en la que se desenvuelven los seres humanos; y si vamos a hablar de males con propiedad, tendríamos que hablar obligatoriamente de su origen, el mal; y desde allí, al hecho de que el hombre es un transmisor del mal que se manifiesta en la vida.  ¨La vida¨ no genera mal porque de por sí es moralmente neutral. Siendo así, males como la soledad y el abandono son sólo las manifestaciones de algo genérico que emana del corazón humano y este algo, como coinciden todas las creencias y religiones del mundo, es el orgullo, el verdadero origen de todos los males.        
Como reza otro proverbio chino, el sabio ve las cosas en su raíz. Así que, si mirásemos las cosas en su raiz, el mal emana del orgullo de los hombres. No se puede ser avaro, irascible, envidioso, violento, insensible, cobarde etc. y humilde a la vez. Y si mirásemos de cerca, los males en nuestra vida: incomprensiones, soledades, envidias, peleas, abusos, humillaciones, etc, todos ellos se deben a este mal de los males, arraigado profundamente en el interior del hombre. Por tanto, si hubiéramos de combatir la soledad(1), no tendríamos que buscar cómo paliar el aburrimiento (una afirmación a mi modo de ver muy superficial; de ello hablaré más abajo), sino cómo combatir el orgullo para que no haya soledad.  
En pocas palabras, Blyth no plantea las cosas desde donde habría que hacerlo (y desde donde debería hacerlo todo auténtico intelectual); es decir, desde las causas profundas, sino superficialmente, desde las manifestaciones de las causas; mejor dicho, desde las manifestaciones de la causa del mal por excelencia, el orgullo. En la vida hay muchos males, de los cuales ninguno puede ser el ¨mayor¨, por tratarse de consecuencias. Sin embargo, con el alma es diferente: ella también sufre de muchos males, pero uno de ellos es el mayor, ya que es  la causa de todo. He por qué nos gustaría precisar que el mayor problema de la vida humana es el orgullo y no la soledad y el aburrimiento, como afirma Blyth.   
Ahora bien, habiendo señalado el defecto del enfoque de Blyth y aclarado, esperamos, un poco más la necesidad de abarcar la cuestión a fondo, habremos de decir que no existe ninguna razón para que el autor declare la soledad como el mayor de los males de la vida. ¿Por qué la soledad y no la violencia, o la insolidaridad, las enfermedades, el hambre o el desamor? La resolución con la que típicamente Blyth hace sus declaraciones, aunque a primera vista puede causar impacto y dar cierta impresión de veracidad, a la hora de la verdad no puede ocultar su  limitación e inconsistencia.  Las cosas no se convierten en verdad sólo porque queramos afirmemos que sea así y lo afirmemos con ahinco. Necesitan de su lógica y de su fundamento.       
Desgraciadamente, el asunto no termina allí. Si Blyth se hubiera quedado en la afirmación, aun errónea y superficial, de que el mayor mal de la vida humana es la soledad, todavía podríamos entrar en un debate más serio; pero él lo imposibilita con añadir otro supuesto mal mayor que sorprendentemente no es ni más ni menos que el aburrimiento (*). Y finalmente, para rematar, declara, y con una ligereza inimitable, que una y otra cosa son lo mismo. No sabemos cuántos de los lectores estarían de acuerdo con la afirmación de que soledad y aburrimiento son categorías    idénticas: no creemos que sean muchos. Aún así, aclarémosnos: el aburrimiento es un sentimiento que difiere radicalmente del hecho de uno sentirse solo. El aburrimiento es un estado que no tiene connotaciones existenciales, ni siquiera sociales como la soledad, por lo tanto no puede ser categorizado de mal, sino como mucho de una incomodidad. La soledad es otra cosa, aunque también sería erróneo, como se dijo, categorizarla de ¨mayor de los males¨ de la vida humana. Además, sabemos de sobra que una persona medianamente desarrollada no se aburre nunca: el aburrimiento es una señal de inmadurez. Un sabio nunca se siente solo y nunca se aburre; muchos de nosotros podemos llegar a sentirnos solos, pero es difícil que nos aburramos. Pero equiparar soledad a aburrimiento es, a nuestro modo de ver, muy arbitrario y está restándole no sólo veracidad, sino seriedad al texto. 
Pero las cosas tampoco terminan allí: vemos que el autor prosigue imparablemente en esta línea equiparando esta vez aburrimiento a melancolía, dos cosas también muy diferentes entre sí. No nos explicamos cómo se pueden manejar y asociar los conceptos con tal ausencia de rigor, sobre todo por una persona que se declara experto y conocedor de los misterios del haiku.      
La idea de que el haiku tenga poder terapéutico contra la melancolía nos parece poco seria. El arte está por encima de lo práctico (mejor dicho, se sitúa en otra dimensión, la espiritual) aunque, efectivamente, pueda tener sus efectos "beneficiosos", signifique lo que signifique esta calificación. Tenemos tal respeto al haiku que difícilmente se nos ocurriría decir que ¨es la principal manera de no ser uno aburrido”. 
CitaLos dos problemas de la vida humana son la soledad y el aburrimiento, y los dos son un mismo problema. Hakyô ve que existen también en el mundo de la naturaleza, en nuestro mundo natural.     
No entendemos que el haiku en cuestión sea interpetado en términos de soledad y aburrimiento, tratándose de un ave que bate las alas, encerrada en una jaula. Una vez más, como en otros escritos que hemos analizado anteriormentedetectamos las características típicas del desafortunado, a nuestro parecer, enfoque de Blyth: por una parte, tomarse la libertad de hablar en nombre del autor, para lo cual en absoluto ha sido autorizado, y por otra, traspasar sin escrúpulos los límites sagrados del haiku en búsqueda de mensajes ocultos para construir su tesis y así, conscciente o inconscientemente, vulgarizarlo e instrumentalizarlo. Como hemos insistido en esos escritos nuestros, no hay nada peor que ver el haiku como un símbolo (*), una alegoría (*) o como la capa que encubre un mensaje oculto; y creemos que es precisamente el error en el que una vez más incurre el británico aquí. Tampoco entendemos que sean aplicables categorías como ¨aburrimiento¨, ¨soledad¨ y ¨melancolía¨ a un animal, cuando es evidente que son aplicables sólo al ser humano. Y finalmente, creemos que el hecho de estar el ave encerrada no es relevante con respecto al movimiento de las alas: las movería igual estando posada en una rama o en la tierra. Un haijín  de verdad nunca es tan explicito como para montar una historia y presentársela al lector ¨para que la disfrute¨, ¨para que adivine su sentido¨ o ¨para que vea la moraleja¨. Así que en este caso el hecho de que el águila esté encerrada sí podría fácilmente llevarnos a los campos de la simbología alegórica, pero si nos dejásemos llevar por este camino, convertiríamos el haiku en una fábula y lo destruiríamos - justo aquello que, desgraciadamente, nos parece que hace Blyth.       
CitaSidney Smith le dio una vez a una mujer veintidós recetas contra la melancolía: "una era un fuego brillante; otra recordar todas las cosas agradables que se habían dicho sobre ella; otra, tener una caja de confituras en la repisa de la chimenea".        
Otra pirueta inesperada estilo Blyth: para reforzar su idea, a nuestro modo de ver, simplicista, del supuesto poder terapéutico del haiku, Blyth intercala una escena de la vida cotidiana con aire pequeño burgués, equiparando el haiku a otros remedios caseros contra la melancolía, el más pintoresco de los cuales es nada menos que ¡contemplar una caja de confituras sobre la repisa de la chimenea!...Esperamos que el lector esté leyendo y entendiendo lo mismo que nosotros. Si es así, entonces es mejor callarse y evitar cualquier comentario. No hace falta. 
Sin embargo, recordando aquello de que el haiku es la ¨principal manera de no ser uno aburrido¨ parece que podemos quedarnos tranquilos, porque a pesar del supuesto gran poder curativo que tiene la contemplación de tarros de confitura sobre la repisa de una chimenea, Blyth sigue guardando firmemente para el haiku la palma de la primacía en el campo de la terapéutica antiaburrimiento.
 ...Un haiku es ¨algo¨ que trasciende la lectura inquisitiva. Un haiku queda cerrado a las mentes racionales, empapadas del almíbar cartesiano y a las mentes que creen que basta con faltar a la lógica y ser extravagantes para ser catapultados a los cielos de la  mística.  También permanece impenetrable para quien no lo trata con el debido respeto, a sabiendas o no. Al escirbir un haiku (mejor dicho, al retransmitir un haiku), el haijín involuntariamente realiza un acto de selección de lectores. Y no puede hacer otra cosa, porque el haiku no puede ser menos de lo que es; en otras palabras, no puede entrar en el  juego mesquino de nuestras mentes, contaminadas por la avaricia del saber y de analizar, por la pretensión, por el individualismo y, como nos parece que es el caso, por la superficialidad y falta de reverencia.
Simple y sencillamente, para hacer los haikus explicables (por lo visto, sobre todo para sí mismo), Blyth  los destruye con la inocencia de un niño jugetón destrozando jarras de porcelana chinas; y no sólo eso, sino lo hace con la consciencia de estar revelando profundos secretos e ilumniando a sus lectores. Nos atrevemos a decir, juzgando por lo que vemos aquí y en otros  sitios, que la puerta del haiku ha quedado desde siempre cerrada y sellada también para él y que la culpa no la tiene ni el haiku, ni el haijín; ni, por supuesto, Aquel de quien proviene toda inspiración. Tampoco podemos afirmar que la tiene el mismo Blyth, porque habla sólo desde lo que ve; y si por la razón que sea está privado de la visión superior, es natural y comprensible  que  se esfuerce a rebajar a su nivel aquello de lo que trata sin darse cuenta que así lo destruye. No obstante, los efectos de tal proceder son evidentes: primero, una imagen del arte del haiku errónea que confunde a un sinfín de lectores y segundo, el autoexcluirse del mundo del haiku. Porque en el haiku no caben medas tintas: o se conoce, o no. En este caso, ha sido el poeta Hakyô quien ha pasado otro cerrojo más al otro lado de la puerta, dejando fuera del santuario del haiku a Blyth junto a todo aquel que quiera hablar de sí mismo pretendiendo revelar secretos y a quien se deja influir por deliberaciones como las suyas. Como creemos ha quedado manifiesto en nuestros estudios, Basho, Issa, etc. han realizado el mismo acto de distanciamiento de cualquier interpretación vulgar del haiku.       
Así que, después de tantas malinterpretaciones, confusiones, instrumentalizaciones, superficialidades, pretensiones, vulgarizaciones y claros errores de índole existencial, lógica, moral, metodológica, factológica etc. que hemos detectado en nuestros estudios sobre Blyth, creemos que no sería exagerada la afirmación de que no se trata de unas  cuantas excepciones puntuales, sino de una tendencia firme y de un proceder consolidado que en vez de favorecer el haiku, lo distorsionan y lo rebajan. Pero aunque no fuera por la cantidad, bastaría sólo la gravedad de unos cuantos errores (e incluso, uno) para que la conclusión anterior quede avalada. Porque hay un pequeño margen de error razonable para el especialista en cualquier campo; y este límite se traspasa o se desconoce, queda desautorizado como tal. Hay campos, sin embargo, donde esta  posibilidad de error debería ser prácticamente cero (por ejemplo, basta con que un piloto desconozca el uso correcto de sólo un botón para estrellar el avión o que un médico se equivoque mínimamente con el bisturí, etc.). El haiku es una materia extremadamente delicada y no permite pasos en falso. De lo cual se desprende que bajo la forma de comentarios de haiku, Blyth no habla de haiku, sino de algo lejano, quizá muy íntimo suyo que, aun pareciéndose mucho al discurso de un conocedor del haiku, no tiene nada que ver con este tema y pertenece a otras esferas insondables de la existencia mental.
Ante este desagradable panorama, no podemos dejar de preguntarnos cómo un señor, con todo lo que estamos observando aquí y en otros comentaros suyos, puede haber alcanzado tal reconocimiento a nivel mundial y haberse mantenido como un referente casi indiscutible para el acercamiento y la comprensión del haiku. Francamente, para nosotros esto resulta un profundo misterio, aún a sabiendas que la fama casa muy bien con lo ordinario.
...En conclusión hemos de resumir con cierto malestar que, según nuestra opinión, la tesis en este comentario, como varios más de Blyth, en absoluto concuerda con el espíritu del haiku citado,  con el espíritu del haiku en general y (por consiguiente) con las verdades fundamentales de la existencia humana; y que, desgraciadamente, nos encontramos ante una interpretación a nuestro parecer, harto confusa, frívola, con ciertos tintes filosóficos y existenciales y nada exenta de pretensión. Creemos que así se pueden ganar lectores, admiradores y hasta adeptos, pero que no tiene nada en común con el debido rigor de palabra y concepto, con la verdad y con el arte.
No buscamos ni culpas, ni víctimas: sólo hemos expuesto los hechos tal como los hemos visto. Al fin y al cabo, todo tiene su razón de ser, hasta la improcedencia... aunque fuera sólo por sacarla a la luz.                                                                                                           
-- O --

(1) Del diccionario de la RAE:Soledad: . Carencia voluntaria o involuntaria de compañía.

Aburrimiento: Cansancio, fastidio, tedio, originados generalmente por disgustos o molestias, o por no contar con algo que distraiga y divierta.
Melancolía: Tendencia a la tristeza permanente:


Constantino Dimitrov (c) Todos los derechos reservados.
Miembro de la Fundación Internacional del Haiku, Tokio, JapónOtros escritos míos: (aquí)Otros escritos sobre Blyth: (aquí)(aquí) y (aquí)
Fuente de la imagen: (*)

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