De Deis Amoeba (Sobre los Dioses Ameba)



Otrros escritos sobre Blyth: (aquí), (aquí) y (aquí)



La Montaña Pétrea




Quien cuenta el cuento gobierna el mundo.
Proverbio africano




shiyama no   ishi yori shiroshi   aki no kure


Más blanco que las piedras
de la Montaña Pétrea,
        el viento del otoño.

Bashô

       


  ¨ Este fue compuesto en el templo de Natadera, cuyos edificios están ubicados sobre las rocas que cubren la montaña. 
           Tal confusión de sensaciones es una suerte de regreso atávico a la sencillez de la indiferenciada sensibilidad de la ameba que es, no obstante, cual un dios que aprehende lo diverso como unidad. En la expresión “el viento de otoño”, quizás hay un indicio más de armonía, dado que el otoño  aparece a veces en la poesía china como “blanco otoño”¨.
      R. H. Blyth: Haiku. Vol. 3. Hokuseido. Tokyo, 1957



     ...Nos encontramos ante un haiku de armonía, profundidad y belleza abismales, deslumbrantes; un haiku inmortal. He por qué resulta estremecedor que еn una obra maestra de tal calibre Blyth no vea más que confusión(*). Ver confusión donde hay belleza y armonía y ponerse sin demora a evocar a dioses ameba para que acaben con un desorden ilusorio a través de la inconsciencia y la nivelación universal es un claro indicio de estar gravemente confundido. También coincide con la opinión que expresamos en otros estudios nuestros (¡y cuánto quisiéramos que no fuese así!): que por desgracia Blyth, quizá inconscientemente, a menudo percibe el haiku filtrado por unas ideas preconcebidas y tiende a reducirlo a ellas.  Este es precisamente el síntoma de haber caído presa de un ente invisible llamado pre-juicio que echa una especie de cortina de humo entre la mente de la víctima y la realidad, impidiéndole juzgar con veracidad, libertad y lucidez. Así las cosas, no es nada extraño que Blyth vea la realidad distorsionada; que perciba la belleza confusa y amorfa, y la verdad, irracional, microscópica y elemental como una ameba (**)...  Resulta realmente triste llegar al estado de pensar en amebas ante el majestuoso panorama de un templo posado sobre las blancas rocas de una montaña acariciada por el viento.                         
Ameba. Aumento 1.000 veces aprox. 
       ...Cuando el prejuicio se apodera de la mente de alguien, sobresimplificar le parece  natural y hasta clarividente. En el caso en cuestión, la ausencia de experiencia de lo sublime obliga al autor descender a lo opuesto, a la criatura más elemental y amorfa del planeta y, acto seguido, elevarla a categría divina y principio unificador. De exceso de razón y ausencia de espíritu, a la idea de un dios ameba; y finalmente, a la idea de la ameba dios.        Quien se ve privado de visión espiritual es atrevido: se siente libre de ordenar el universo a su manera e inexorablemente  acaba entronizando lo bajo y rindiéndole culto. A Blyth obviamente no le ha dicho nada el que el templo se yerga sobre unas blancas rocas, que la montaña no sea una montaña cualquiera, sino La Montaña Pétrea y que el viento que la acaricia sea más blanco que la montaña misma. Y que los tres: viento, rocas y templo respiren un mismo aire de las alturas espirituales. Tristemente, no ha sentido ese blanco viento soplar en su cara, las blancas rocas no le han deslumbrado y su corazón ha quedado insensible al cántico sublime de la Creación. No se ha dado cuenta que se encuentra en el templo mismo y que a los dioses ameba el templo no les gusta nada, como  tampoco les gustan a los dioses ameba aquellos que saben que vivir auténticamente es ser consciente de estar viviendo en un templo. Por ello, en su triste confusión, Blyth no ha tenido otra opción que buscar la armonía y la unidad supuestamente perdidas en la inconsciencia y la indiferencia de ese animal unicelular, dotándole de toda la sabiduría, realeza y divinidad. ¡Qué triste y deplorable!        Aquí se imponen varias preguntas: ¿Y por qué en este y en otros sitios Blyth no ve lo evidente, aquello que tan brillantemente han expresado los poetas? ¿Por qué todos los conocimientos del aclamado especialista (para muchos, hasta maestro) no le han servido para ver aquello que penetra el corazón hasta de un niño sin dificultad alguna? ¿Y en fin, por qué muchas supuestas lumbreras de nuestros tiempos - filósofos, gurús intelectuales, eruditos, maestros de renombre - emiten, y sin darse cuenta de ello, frío, oscuridad y confusión bajo el manto de la sabiduría? Dejo estas preguntas abiertas, proponiendo que cada uno intente reflexionar sobre ello.       Los prejuicios nunca vienen solos, sino acompañados de siete males más, uno de los cuales es el gran afán de propagarlos. Aquel a quien controlan se empeña en inculcar sus ideas a los demás, dando por supuesto que se verán muy beneficiados...Y lo más angustioso de todo ello es que muchas acaban creyéndole, especialmente si el prejuiciado habla ex cátedra. La ceguera del espíritu es altamente contagiosa y se propaga con rapidez relámpago por los canales de la fácil confianza y  veneración incondicional.
     ¡Triste condición la del ser humano, que tan fácilmente cae presa del engaño!
                     


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(*) ingl. confusion: desorden, caos. La última frase del comentario de Blyth no disvirtúa nuestra afirmación: en una cosa o hay armonía total, o no la hay en absoluto. Hablar de ¨un punto más de armonía¨ es improcedente: la armonía es indivisible e irreductible.
(**) Amoeba: un organismo unicelular que pertenece al filo Amoebozoa y al reinoprotista. Los sistemas antiguos de clasificación incluían a las amebas entre los animales. La ameba fue descubierta por el naturalista alemán August Johann Rösel von Rosenhof en 1757. Los naturalistas se refirieron a la ameba como animal de Proteo, un dios griego que cambiaba de forma y etimológicamente ameba procede del griego amoibè (αμοιβή), que significa cambio de forma. De ahí procede el nombre científico de Amoeba proteus. ¨    Fuente: (aquí)



Constantino (Konstantin) Dimitrov (c) 
Miembro de la International Haiku Association, Tokio, Japón

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Fuente de la imagen de la cabecera: (*)

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