sábado, 8 de diciembre de 2012






Imagen: Constantino Dimitrov (c)
   
        A continuación nos permitimos ofrecer al lector un lúcido texto del profesor José Martín Brocos Fernández sobre el estado de degradación acelerada en el cual se encuentra sumida la cultura occidental debido a la renuncia a sus raíces espirituales. Consideramos el texto extremadamente útil a la hora de enfocar tanto los haikus en sí como las interpretaciones de haikus ya que, al desvelar la devastación espiritual del hombre occidental, nos recuerda la alta misión que tiene el arte de elevar al ser humano, rescatándolo del embrutecimiento de una vida materialista, racionalista y puramente fisiológica. 
         Consideramos, como ya hemos expuesto en varios  escritos anteriores, que el arte no realiza dicha misión a través de una intención pedagógica del artísta y la consiguiente concentración de energías para alcanzar una meta predeterminada, sino por el mismo hecho de la aparición de la obra artística como fruto de una inspiración y de la colaboración del artista con ella. En otras palabras, el cultivo y la defensa de un alto criterio espiritual y moral se ven materializados por la inspiración a través del artista en una obra de arte que ejerce misteriosamente su influencia purificadora y  ennoblecedora. 
        Reflexionando sobre el texto de referencia, podemos  hallar la causa de tanta producción artística mediocre, indigna y hasta repelente en nuestra época; y en particular, el por qué de tantos haikus que, a pesar de la muchas veces  buena predisposición de los autores, adolecen de defectos crónicos como pretensión, vulgariadad, superficialidad, fantaseo, filosofía barata, exageración, banalidad, mal gusto, anecdotismo, sentimentalismo, exhibicionismo, arbitrariedad, egocentrismo, etc.. Todo ello encuentra su perfecta explicación en las características (mejor dicho, las carencias) del tipo de ser humano desespiritualizado que nos fue impuesto en la época posmoderna. 
Constantino Dimitrov

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        (….)


     5.4. Ataque a la Cultura.
    La cultura, entendida genéricamente por tal las letras y las ciencias, las artes y la información, constituye expresión de un modo de acercamiento a Dios, al universo y a la propia realidad del hombre mismo, y a la vez el termómetro de la vida de un pueblo, de modo que la degradación cultural camina concomitante con la decadencia moral [16] , y a la inversa, alcanzando la riada subversiva a la metamorfosis del orden socio-político-económico. 

    La misma obra de arte no es en absoluto aséptica, tiene un trasfondo, referencia, base y asiento en la cultura dominante. Eso significa que “toda realización artística tiene, en forma implícita o explícita, una concepción filosófica o antifilosófica, religiosa o antirreligiosa, o combinaciones de ambos extremos” [17] . 

    La dictadura cultural existente tiene diversas caras, pero hay algunos denominadores comunes conexos: la masificación de la vulgaridad, la creación de una nueva cultura intramundana condicionante de la política [18] , la decadencia de los lenguajes artísticos que naufragan en la ininteligibilidad de la subjetividad de lo privado y muchas veces con pretensiones de gnosis iniciática, y la soberbia pretensión de forjar una cosmogonía. Esta cultura desligada del cultivo de la interioridad apaga la vida interior de la persona, de forma que sutilmente limita su libertad por su desvinculación con la verdad, y siempre masificándola por someter a la razón a la preeminencia de los instintos inferiores. 

     Nos encontramos insertos en una tendencia a la globalización cultural, imponiendo el imperio de la homogeneización cultural y de la uniformidad identitaria conducente al mismo estilo de vida y al mismo modo de pensar, diluyendo las identidades nacionales e insertando a la persona en artificiales y voluntariosas superestructuras político-económicas globales, siempre funcional a la estrategia gramsciana y satélite de la aldea global, con la persona desarraigada y desprovista de un sentido de la vida trascendente que responda al hombre completo, no unidimensional. 

   La cultura consumista ofertada acaba por aniquilarse en su propio vacío, pero mientras tanto esas corrientes culturales subversivas, que mayormente crean, sostienen y difunden una cultura de masas que soslaya reiteradamente los aspectos morales y espirituales de la vida humana, utilizan la propia cultura para desintegrar la cultura de los valores y como arma contra la educación y la familia [19] . En la línea de la penetración constructivista del gramscismo cultural su finalidad pasa por la sistemática destrucción del orden objetivo del ser ocultando la dignidad espiritual del ser humano y su transmutación en una sociedad mecanicista y maquinal. 
     Si analizamos el arte, como paradigma de la cultura, vemos que los modelos pasados ligados a normas y a referencias sólidas para el horizonte del arte quedan arrumbados. Para el hombre postmoderno nada hay perenne en el mundo ni nuclear en el arte. Comprendemos entonces que el arte no es un compartimiento estanco que pueda analizarse separadamente de la historia, y que la evolución del arte como modo de interacción del hombre con lo circundante discurre paralelo a la evolución existencial del individuo. Así explicamos que “hasta el advenimiento de la edad moderna, el arte y los artistas siempre estuvieron imbuidos de una misión cuasi religiosa a la vez que moral y social, y el arte vivía en armonía con el orden espiritual y social” [20] . La modernidad trajo la crisis del hombre y el arte, privado de toda función salvo la estética, ya “no surge de la virtud moral; no se pretende que salve almas” [21] . Ahora el yo, en la soledad de un radical individualismo, es concebido como principio y como fin, pasando también a transmutarse el arte por el desmoronamiento de la realidad común como relación individual, y primero con el yo, de ahí que “la mística del arte moderno ha consistido siempre en que (…) no es un arte comprensible, salvo para una pequeña élite” [22] . Un yo deshumanizado aprisionado en los límites del humanismo inmanentista se muestra confundido e incapaz de traspasar la barrera en que se halla sumido el arte moderno olvidándose “de algo importantísimo dentro de la función artística de todos los tiempos: salvar al hombre por elevación” [23]. En el ideologizado arte actual el individuo carente de imperativos morales objetivos, carece igualmente de esa visión de participación en una realidad trascendente y de con-creación redentora por los acaecimientos meramente humanos, el arte por ejemplo. Es el propio individuo en su finitud arrogante el que busca fervientemente la autodeificación, de ahí el constante abrazo de las vanguardias artísticas –v.gr. Modrian, Kandinsky o Malevich, o Julio Cortázar en literatura- a la gnosis, fundamentalmente teosófica, enclavada en Madame Blavatsky y en la filosofía ocultista de Ouspenski, en un intento de alcanzar por desvelamiento perfectivo en el yo la tradición primordial. El arte vanguardista es reflejo de su propia ruptura interior, de la índole solipsista que lo caracteriza y de la desazón vital, pareciendo que fuera arrastrado en una permanente revolución cósmica “cada vez más deprisa, a su pesar, hacia ese punto de ruptura como hacia una catarata sin fondo” [24] . 
        Además de propugnar las delicuescentes vanguardias, -desde la carencia “de teorías consistentes sobre el conocimiento, o sobre la semántica, o sobre las condiciones que hacen viable la comunicación por medio de la palabra” [25] -, la “muerte de su pasado, así como la toma de consciencia del papel decisivo del arte en el advenimiento de una nueva sociedad, de una nueva civilización” [26] , pretende dentro del absurdo que la caracteriza y en su radical individualismo, que juntamente con “el antitradicionalismo son una misma fuerza psicológica” [27] , la multiplicidad para la conciencia [28] penetrada de un querer divinizarse inmortalizándose, dando entrada así tanto al degenerado narcisismo estético representado por la performance, como al voluntarismo nihilista de el arte por el arte con objetivo revolucionario, transgresor y transido de escepticismo. Pero el arte es siempre reflejo del amor humano, y el amor se encuentra relacionado estrechamente con el bien y la Verdad.

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[16] La correlación llega también al rebajamiento de los niveles intelectuales y a la misma perversión del intelecto, pues es la educación el vehículo más importante de transmisión de la cultura, de ahí el dominio que ejerce sobre ella por medio de dirigismo cultural las corrientes ancladas en el inmanentismo antropocéntrico, deudoras de una nueva moral social relativista y sostenidas por grupos de poder que aspiran a la conquista mundial, siendo el método elegido el embrutecimiento del hombre por la esclavitud de las conciencias y la hipertrofia de los sentidos. [17] Alberto Boixadós. Arte y subversión, Buenos Aires: Arete, 1977, p. 16. [18] Cfr. Alberto Boixadós. Política en la cultura de masas, Buenos Aires: Arete, 1983, p. 26-28. [19] Cfr. Oliveros F. Otero. Educación y manipulación. Pamplona: Eunsa, 1975, p. 69. [20] Suzi Gablik ¿Ha muerto el arte moderno? Madrid: Hermann Blume, 1987, p. 14. [21] Suzi Gablik ¿Ha muerto el arte moderno? Madrid: Hermann Blume, 1987, p. 107. [22] Suzi Gablik ¿Ha muerto el arte moderno? Madrid: Hermann Blume, 1987, p. 12. [23] Enrique Azcoaga. Verdad y mentira del arte moderno. Madrid: Asociación Española de críticos del arte, 1985, p. 58. [24] Alain Besançon. La imagen prohibida. Una historia intelectual de la iconoclasia. Madrid: Siruela, 2003, p. 464. [25] Álvaro Delgado-Gal. Buscando el cero. La revolución moderna en la literatura y en el arte. Madrid: Taurus, 2005, p. 262. [26] José Jiménez. Imágenes del hombre. Fundamentos de estética. Madrid: Tecnos, 1986, p. 69. [27] Suzi Gablik ¿Ha muerto el arte moderno? Madrid: Hermann Blume, 1987, p. 30. [28] Cfr. v. gr. Lionelo Venturi. Cuatro pasos hacia el arte moderno. Buenos Aires: Nueva Visión, 1960, p. 75.


Extraído de: ¨La Deriva Totalitaria de la Democracia Liberal¨  por D.José Martín Brocos Fernández

Altar Mayor, Nº. 135, 2010, págs. 841-860

1 comentario:

  1. ana-lili.over-blog.es10 de diciembre de 2012, 13:20

    Muy bueno lo que expones,Constantino,tu comentario y el extracto tan profundo y sustancio de D.José Martín Brocos,que tengo que releer,para captar algo más,como pasa con esta clase de temas,que no son simple filosofía,sino que analizan el ser humano como tal,y de lo que no debe carecer para seguir siéndolo.

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