sábado, 17 de enero de 2015





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esta naranja
el aguacero de verano
que maldije


Unos sienten la lluvia; otros simplemente se mojan.
                                                                                                      Bob Marley



Este es un haiku* que, dicho sea de paso, discrepa del canon de la impresión inmediata ya que contiene una retrospección: la perfección de una naranja madura hace saltar en la mente una imagen y una reflexión que a su vez provoca en el corazón un sentimiento y una revelación.
Me gustaría ofrecer algunas pistas adicionales para la aproximación profunda a él. No desarrollaré el tema, símplemente expondré algunas ideas guia.


1. La lluvia ha sufrido una metamorfosis hasta convertirse en una naranja. Lo que tenemos entre manos ahora es toda aquella lluvia, hasta la última gota. La lluvia, perfecta y generosa, se ha transformado en un fruto igual de perfecto y generoso.

2. ¿Por qué una ¨maldición¨? La maldición es el colmo del egocentrismo, el último eslabon de una cadena que empieza por no conformarse, murmurar, gruñir, protestar y rebelarse; y cuando aún así las cosas siguen su curso, maldecir por rabia e impotencia. Lo paradójico y sicótico a la vez en este caso es que la rebelión va dirigida hacia algo sobre lo que en absoluto podemos influir, la lluvia.
3. Una maldición es algo muy serio: es ni más ni menos utilizar el don divino de la palabra para hacer el mal. En particular, maldecir por sufrir una incomodidad debida al tiempo es como mínimo, exagerado y presuntuoso. Sin embargo, el mal decir, el taco hoy en día ya no se tienen por nada: el hombre, y el hombre moderno en particular, ya no es un hombre místico, por ende no es un hombre humilde y agradecido; no valora la humildad y el don, no los reconoce siquiera. En su horrible seguera espiritual, sazona su palabra con una maldición, o una blasfemia, que resuena como el eco tronante de un ego dilatado y apóstata. Y es lo que ha hecho el protagonista de este haiku: rebelarse y maldecir, sin saber, por inconsciente, de lo serio que es aquello.
4. Si se hubera de cumplir una justicia equitativa, a la maldición le corresponde un castigo. Se ha infringido una ley suprema; no somos nadie para maldecir, denunciar y juzgar la creación, ni un sólo átomo de ella ya que no somos nosotros los que hemos creado la tierra, el cielo y todo lo que los habita; no sabemos por qué existe, ni qué es bueno para su sustento y prosperidad y qué, no. En otras palabras, a nosotros no se nos permite interferir en su perfecta armonía con nuestros juicios o actitudes pretenciosas. Porque, reconozcámoslo o no, no somos nosotros el centro del universo y el Juez Supremo, sino Dios.

5. Al pronunciarse aquella maldición, se rechazó aquello que da la vida, el agua viva, el agua que cae del cielo para dar alegría y alimento a toda criatura. Por lo tanto, la justa consecuencia de aquellas palabras hubiera sido la privación del agua, la sed, la sequía (espiritual), en otras palabras, el sinsentido.

6. El aguacero. Cuando tenemos algo en abundancia, nos permitimos despreciarlo; sólo al perderlo nos damos cuenta de su justo valor. Así de inconsistente es, por desgracia, el ser humano.

7. Sin embargo el Creador, en vez de castigar a su criatura amada, le da una lección de infinito amor: convierte la parte de Su creación que se ha maldecido en algo dulce y delicioso que alegra la vista, sacia la sed y refresca. En vez de la ejecución de una justicia perfecta, dejarnos morir de sed por haberle ofendido rechazando la lluvia, hace todo lo contrario: nos la devuelve ahora bajo la forma de este precioso fruto.

8. El efecto autodestructivo de la maldición queda anulado por un generoso acto de amor del Creador. Es más, Él la tranforma en un precioso don.
9. Quien observa la naranja en su mano de repente descubre aquella verdad y aquella lección y al instante queda rendido ante tanto amor. El haiku es la expresion del arrepentimiento por el orgullo de antaño y a la vez, una declaración de amor, como lo es cualquier arrepentimiento verdadero. 


Un saludo,

Konstantin



* Esta es una edición revisada de una publicación en otro sitio, del 2007

1 comentario:

  1. Quiero compartir contigo un haiku que escribí no hace mucho y que viene al caso:

    al mirar al cielo
    vuelvo a maldecir...
    en un claro, la luna

    El objeto de mi dulce maldición no era en absoluto lo divino, si no lo humano. Las estelas químicas que ensucian nuestro cielo, nuestro aire, nuestra tierra. Esas estelas son el resultado de la violación constante de lo Sagrado. Hombres presuntuosos que hacen y deshacen lluvia a su antojo y para más inri, con fines bélicos o económicos.
    En ese cielo violado y mancillado por intereses viles intereses humanos, apenas quedaba lugar para que brillara la luna.
    Es cierto que siento impotencia y que estoy enfadada por la falta de respeto hacia lo que considero un legado sagrado que debemos respetar y cuidar. No sé si ese enfado y esa maldición puede considerarse algo punible o si por el contrario es algo que hace despertar conciencias. Espero que el Creador se apiade de nosotros. No me queda mucho espacio ya para la esperanza en el ser humano que habita este planeta.

    En el caso del haiku de la entrada, que por cierto me gusta mucho a pesar de su atrevimiento, siento la incongruencia en la que vive nuestra mente bipolarizada. En este caso, el haijin ha ido de un lado a otro y ha sido consciente de la banalidad y la arrogancia de aquella maldición, convirtiéndolo en reconocimiento y agradecimiento por aquella generosa transformación. Un corazón agradecido. Una gran lección.

    Un abrazo

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