jueves, 10 de febrero de 2011





Fotografía: Constantino/Konstantin Dimitrov (c)





S E R   H A I J Í N
(Meditaciones sobre la realidad del poeta de haiku )


Parte 1

      Este texto viene en respuesta a la evidente necesidad de un proceso de reflexión en el campo del haiku en castellano, así como de acercamiento de la teoría a la práctica, ya que, en mi opinión, hasta ahora la influencia de la primera en la segunda no ha sido suficiente.
           Lo que expondré de aquí en adelante es fruto de largos años de lucha amorosa con la palabra y del deseo de prevenir a los demás contra los errores que yo podría haber evitado de haber tenido a quien me guiara. Afortunadamente, como señalé en la conferencia en Sofia, en su día Vicente Haya fue tan amable de echarme una mano, por lo cual le estoy profundamente agradecido. Confío que, gracias a estas reflexiones algunos, aunque sean pocos, puedan ahorrarse aquello que yo no supe o no pude evitar. 
           El enfoque de estas meditaciones será descriptivo y, en la medida de lo posible, práctico. Esbozaré algunas condiciones, rasgos y actitudes personales que, unidas al talento y los conocimientos, hacen que un haijín lo sea de verdad; y también, no lo olvidemos, hacen el buen lector, que en el haiku es muchísimo más que un simple consumidor de cultura.
           Me mantendré al margen de los temas técnicos de la escritura del haiku. Creo que los mismos se pueden ir abarcando sólo si existe claridad en cuanto a los temas genéricos sobre la naturaleza del haiku, la actitud y las cualidades del haijín y finalmente, el contexto artístico.
           Publicaré mis reflexiones en varias partes que iré ampliando y enriqueciendo a medida que vayan apareciendo.
               Empecemos, pues.
        ...La primera condición para llegar uno a ser un buen haijín es ponerse en las manos de un buen maestro. No es nada casual que empiece por este punto. Sin un maestro no se puede avanzar porque, a pesar de las buenas predisposiciones, uno no podría integrarse en la tradición poética, adquirir un conocimiento estructurado y conocer sus puntos fuertes y débiles. Aparte de ser un guía indispensable, un maestro puede detectar desde el mismo principio si uno vale para escribir haikus y hasta qué punto. Dicho sea de paso, tengo la impresión que la cuestión de la vocación es más relevante en el haiku occidental que en el japonés, donde el haiku forma parte de la cultura tradicional.
            La inexistencia de una cultura de discipulado y la carencia de maestros de haiku (aunque yo conozca sólo a Vicente Haya, no descarto que pueda haber otros) es un grave problema. Así quien desea adentrarse en el mundo del haiku inevitablemente se ve forzado a caminar solo y a depender de opiniones dispersas, muchas veces no cualificadas, aunque bienintencionadas. Este es el camino más corto a la confusión.
            Aprender desde siempre ha supuesto delegar la confianza propia en alguien que conoce a fondo la materia que se pretende asimilar;  es decir, seguir sus indicacones y consejos, y aceptar incondicionalmente las correcciones.
            Se podría uno ayudar leyendo a los clásicos (es además una condición obligatoria), pero en mi opinión ello no es suficiente, salvo en casos de un nivel relativamente consolidado y durante un tiempo limitado. Por muy grandes que sean el talento y la intuición dе uno, seguirá siendo ciego para muchos errores y probablemente su producción artísica se convierta en una mezcla de (contados) aciertos y (numerosas) pretensiones que puede llegar a arrastrar de por vida. En el arte, y no sólo en el haiku, nadie ha ido muy lejos caminando solo.
            Yo personalmente no sé, dadas la circunstancias, cómo se podría resolver este problema; sólo hago hincapié en su fundamental importancia.
            Segundo: ser artísticamente honesto. Ello significa no ¨montar escenarios artificiales¨  y no intentar expresar cosas que uno no conoce, no cree, no siente o no ¨ve¨ (exterior o interiormente), sino que construye arbitrariamente o imita sin más. Porque se nota. Por varias razones, uno puede llegar a escribir algo idéntico a lo escrito por un maestro, pero no por ello se convertirá en maestro o siquiera en un poeta de haiku.  Para los que saben descifrarlo, el haiku es un excelente detector de engaños y auto engaños.
            Evidentemente, esto no significa que no se pueda escribir desde la memoria y la imaginación, como practicaron los clásicos del haiku (ampliaré este tema más abajo). Significa no engañar, no ser artificioso, no manipular al lector y no hacerlo consigo mismo. Y si uno no se da cuenta si cae en ello o no, lo mejor que puede hacer es confiar en el criterio de un maestro lúcido y honesto.
            En tercer lugar, tener libertad de espíritu. En el plano personal, ello significa no servir a prejuicios, sino ser artísticamente espontáneo; y en el plano práctico, no dejarse ¨engullir¨ por la escena, sino mantenerse desprendido de ella para poder abarcarla en su totalidad. El ser humano es el único dotado del poder de la observación. Y el acto de observación es como una moneda: una de las caras es, efectivamente, la identificación, pero la otra, el distanciamiento.
            El haijín es libre, porque es un creador. Y al revés: no se puede crear sin que haya libertad interior. Aparte de humildad y conformidad con las exigencias del género, crear significa mostrar intrepidez, inventiva, ímpetu, generosidad.
            A continuación, ser sensible al mensaje. Muchas veces, la escena es sólo un punto de partida que requiere del haijín un desarrollo lógico, estético, filosófico o existencial al que tenemos que estar abiertos. El haiku no es una (foto)copia literal de las cosas; es arte, así como una fotografía puede ser o puede no ser una obra artística. Ser artista implica maestría y la actitud de un artísta. Cierto, a veces sería suficiente con reflejar las cosas directamente, ¨como si fuéramos un notario¨, como reza la jerga, pero en la mayoría ello no basta, porque caeríamos en la más pura trivialidad. De todas formas, la insistencia en que las cosas hay que reflejarlas tal como se nos presentan, aún siendo formalmente cierta, podría dar cabida a un enfoque limitado con todas sus consecuencias. Me gustaría desarrollar este punto más adelante. De momento repitiré lo que dije en otro lugar, que el haiku no se escribe fuera del hombre sino desde el hombre. La actitud de un notario podría ser la correcta  al tratarse del acta de constitución de una sociedad (que para eso está el notario) pero harto inapropiada si se tratara de reflejar el vuelo de un cormorán sobre un mar luminoso en una mañana de agosto, por poner un ejemplo. Un notario, si es poeta, deja de ser notario cuando escribe poesía. Ya es un enamorado, y todos los emnamorados son inguales. El haiku es poesía y en la poesía priman la inspiración y el corazón, y no la objetividad. La actitud poética no rechaza la objetividad, pero tampoco la absolutiza. El poeta de haiku debe recordar que la función de la poesía es la de expresar y no de reflejar, y que la realidad objetiva es sólo un medio, nunca un objeto en sí mismo, aunque, paradójicamente, en el caso del haiku el fruto final nos produzca esta impresión. Pero ello sólo a primera vista. La aparente simplicidad, objetividad límite y ausencia de sentimientos manifiestos en el haiku es sólo un medio poético (a propósito, poderosísimo) para expresar lo humano...digo, lo espiritual, porque sólo al espíritu, y no al cuerpo, se le puede llamar ¨hombre¨ con propiedad. Ya hablé de ello en otro momento. 
           En otras palabras, hay que ser fiel al espíritu del haiku, a lo que nos requiere el mismo texto. Si uno tiene la llamada, pues ser poeta entonces: obedecer a la inspiración y no servir a la idea preconcebida de la ¨fotografía literal¨ y el ¨aquí y ahora¨ sin más. Si uno está bien ubicado en el haiku, no hay peligro de que un haiku inspirado directamente sea, valga la expresión, un haiku-pecado. Si tenemos una visión correcta de la realidad, más amplia y estructurada de lo que se nos presenta a los cinco sentidos aquí y ahora, no hay por qué temer - es más, estamos obligados - a dar el paso y cumplir con lo que dicta la inspiración, siempre dentro de las leyes de la realidad y del género. El que escribe mal al natural, escribirá mal desde el recuerdo y utilizando la imaginación, porque no serán iluminados por la inspiración. El que se engaña a sí mismo pretendiendo ser místico, seguirá engañándose de todas formas. A propósito, muchos clásicos tenían este mismo enfoque, cosa que se ve revelada en una considerable cantidad de haikus de Basho, Busón, Onitsura, etc. Una vez, más, el haiku es poesía, la poesía es espiritual y el espíritu presupone libertad serena y no encorsetamiento.
            Me doy cuenta de que algunos aspirantes a haijín se imaginan que escribir haikus significa observar detenidamente a su alrededor e ir apuntando sin más aquello que le llame la atención; una actividad muy parecida a la de ir por el bosque recogiendo setas. Creen que ¨el haiku está allí¨ y sólo hay que abrir bien los ojos para verlo. Les han dicho que cualquier idea u ocurrencia que se produzca fuera de lo inmediato, o como resultado de una asociación que sólo parte de lo inmediato, no tiene legitimidad para llegar a adquirir la categoría de un haiku. Sólo lo que ocurre tal cual, aquí y ahora es lo que vale; huir de lo otro... Bueno, creo junto a los clásicos del haiku, que la verdad es diferente y que un haiku puede ser varias cosas: en primer lugar, efectivamente, un reflejo inspirado de un hecho de la realidad sin más; en segundo, puede ser el fruto inspirado de una secuencia asociativa desencadenada por un hecho en la realidad  que finalmente se encuentre alejado de las circunstancias que lo originaron; y, en tercer lugar, un haiku nos puede ¨venir solo¨, como una pura revelación, sin un vínculo con la realidad circundante. También he de añadir aquí que en la gran mayoría de los casos lo que el poeta ha visto, asociado o le ha venido a la mente (mejor dicho, al corazón, entendido como el centro espiritual del hombre) es sólo una idea cruda que a menudo  necesita de un largo, penoso y a la vez altamente satisfactorio proceso de depuración y elaboración... Pues a esta idea venida directamente al corazón o a este fruto iluminado de una observación se le llama ni más ni menos que ¨inspiración¨. Como dije, la idea puede tener su detonante en la realidad inmediata, puede tenerlo directamente en el corazón; puede producirse en el ¨aquí y ahora¨ o en otro momento, a veces totalmente insólito (por ejemplo, al estar uno sentado sin hacer nada ni pensar en nada, al andar por la calle, al despertarse por la  mañana, etc.). En cierto sentido es lo mismo si va a ser lo uno o lo otro. Lo importante es que el fruto sea un haiku de verdad. Un poeta no es el dueño, sino el siervo de sus inspiraciones; que por ello precisamente se les llama así, in-spiración (un aliento infuso). Una inspiración no se puede ni fabricar, ni forzar, ni comprar y vender, ni enseñar, ni tampoco adulterar. Es un mensaje enviado a alguien equipado con un don; un misterio que sólo se puede acoger y transmitir tras haber sido pasado por el crisol de un proceso artístico adecuado. En ello precisamente estriba la función del artista: en detectar las inspiraciones, acogerlas sin que se pierda ni una y no desistir antes de haberlas llevado a su máxima perfección.
           La libertad artística bien cultivada y empleada siempre llevará al haijín a cumplir estrictamente con una exigencia fundamental:  que el haiku que escriba produzca en el lector una imagen verídica, nítida, completamente ajustada a los principios y las reglas formales del género. Al leer un haiku, el lector sí que debería tener la sensación de encontrarse en un ambiente real donde pueda moverse con total libertad como si estuviera en su propia casa. Un haiku tiene que darle esta oportunidad; otra cosa es que él sepa aprovecharla. Porque, lamentablemente, podría darse el caso de que para ello prefiera un seudo haiku ante uno genuino porque no ha llegado a madurar en un verdadero lector de haiku. El haiku es igual de exigente con el lector que con el poeta.
            Ahora bien, creo que no deberíamos apartarnos arbitrariamente de la realidad objetiva y que ello no es recomendable antes de que el haijín haya adquirido cierta maestría con la escritura al natural. La realidad disciplina. Shiki, por ejemplo, daba prioridad a lo escrito al natural sobre lo asociado o lo inventado. Escribir a base de una ¨realidad ampliada¨ conlleva sus riesgos que uno tiene que saber evitar, ya que podría caer en una especie de creacionismo que el género rechaza tajantemente. Una vez más, en este punto confiar en los consejos del maestro. Es más, si el maestro no nos permite escribir salvo a base de la realidad objetiva y el aquí y ahora, habrá que obedecerle. Quizá no ha llegado todavía el momento del ¨vuelo libre¨. O quizá él mismo no haya llegado a este conocimiento, lo que en absoluto le descalifica como un maestro en lo que al ¨shasei¨ se refiere.
             Paso a la siguiente característica del haijín: ser sensato. Un verdadero haijín es un místico y no hay mayor realista que un místico. Por ello, su obra tiene ser fiel al sentido común en su máximo grado. Es una muestra de respeto al universo tal como ha sido creado... Las cosas desde siempre han caído hacia abajo, hacia la tierra; al derretirse, la nieve se convierte en agua y por supuesto, no existen gatos con cinco patas. El extravagante es un invitado altamente indeseado en la casa del haiku.
            Hago hincapié en ello porque a veces en los intentos de haiku se percibe una originalidad forzada que distorsiona las leyes naturales y no hace más que contaminar el puro aire del haiku.
            En mi opinión, en el haiku la extravagancia revela una falta de sustancia.

Parte 2

           Siguiente rasgo que hace el buen haijín: es estudioso. Los libros de los clásicos (y quizá menos, los estudios sobre haikus concretos o los tratados teóricos) deberían encontrarse en la estantería más visible de la biblioteca. Los clásicos siguen enseñándonos y no hay ni habrá mejores maestros que ellos. Así que un buen haijín, por decirlo de alguna manera,  hace visitas regulares de agradecimiento a sus maestros y sin duda queda ampliamente recompensado por su fidelidad. 
           Aunque, como dijimos, la lectura ni por asomo podría suplantar el bien que nos puede hacer un maestro, también es verdad que de alguna forma misteriosa la lectura de los clásicos, y sobre todo su relectura  nos podría inspirar a escribir buenos haikus.  La lectura de los haikus clásicos es una poderosa descarga espiritual que puede provocar una reacción altamente creativa en la persona dotada de creatividadad.  
          Asimismo , este punto incluye un vivo interés por la patria del haiku y la cultura japonesa en general. Y  uno igual de intenso en la occidental, a la cual pertenecemos.
         No olvidemos los cursillos de haiku que, lamentablemente, son demasiado pocos comparados con la gran necesidad existente. 
         Ser humilde. Aparte de no adjudicarse el mérito de las propias creaciones, ello significa pedir opiniones y consejos de personas de alto y reconocido criterio. ¨Si deseas saber si haces algo bien, hazlo delante de un perito¨, reza un antiguo proverbio chino. Nada más cierto cuando de haiku se trata. Es mejor escribir un sólo haiku en todo un año que ser prolífero, pero escribiendo un promedio de un buen haiku de cada diez. О treinta. Desgraciadamente, si se insiste en seguir por este camino, a la larga la proporción tiende a aumentar a favor de los haikus deficientes y no al revés. Poco a poco, uno se va instalando en la cómoda mediocridad… El escribir por escribir no se traduce en aumento de la calidad, ni en avance, sino en empeoramiento o, en el mejor de los casos, en estancamiento.
               Es evidente que en el mundo de hoy se ha hecho popular la idea entusiasta de que el haiku es ¨aprenderse las reglas y aplicarlas bien¨ y ¨estudiar y escribir mucho¨. En mi opinión, las razones básicas para el éxito de esta idea estriban en la decadencia generalizada de la espiritualidad y en la engañosa sencillez del haiku que puede inducir a creer que escribirlo (y leerlo) debe ser una cosa sencilla. El ánimo, la laboriosidad, la determinación, entendidos voluntarísticamente como hacemos en occidente; la superficialidad, así como la creencia equivocada en que a base de esfuerzo todo se consigue; todo ello unido a las opiniones no cualificadas por parte de otros podrían provocar una especie de euforia muy agradable que nos produzca la sensación de ya estar subidos al barco del haiku, viento en popa. Resulta muy tentadora la idea de tener una poesía ¨a la carta¨ que podríamos aprender y así ser poetas... Bueno pues, creo que gracias a esta mentalidad (que casi nunca se podría achacar a la persona, sino al espíritu superficial de los tiempos) hoy en día, junto a la masificación nos encontramos ante el gran problema de la trivialización del haiku, la pérdida de su identidad y el deterioro de los altos criterios que nos legaron los clásicas.   
              La oportunismo y la ausencia de profundidad y, por qué no decirlo directamente, la mediocridad en un ambiente de haiku no tiene por qué representar un gran problema en sí; es un fenómeno común en el ámbito de la poesía. Lo que sí representa un serio problema es que ésta no se vea contrarrestada por un cuerpo suficientemente amplio, consolidado y libre de ambiguedades de haikus de alta calidad que puedan servir de orientación a los que no se conforman con lo sucedáneo y buscan lo auténtico.
           ...Con todo ello no quiero decir que el arte del haiku sea algo críptico, minoritario y elitista. Indudablemente hay muchos haijines natos por allí que esperan su oportunidad, palabras de ánimo y dirección. Sobre este delicado punto sólo quisiera añadir que hay algunos que con menos capacidad pueden llegar más lejos que otros que la tienen grande, pero que por diferentes razones, sobre todo debidas a la falta de una dirección ordenada, no han llegado a desarrollar.
              Resumiendo: escribir haikus auténticos no es un arte tan universal como a menudo parece, porque aparte del deseo, el disfrute y la disposición a trabajar,  ante todo se requiere una capacidad específica y una dirección. Pero no por ello el haiku deja de ser un arte abierto, porque su encanto nos une a la vida y a los demás. Nos educa y nos hace crecer: ni siquiera hace falta decir una cosa tan bien conocida por todos.
              Tener paciencia. Como mencioné antes, el haiku no es una fruta madura que simplemente hay que descubrir y recoger y que a base de ello el aspirante a haijín llegará a amasar una obra de gran trascendencia.  Lo más probable es que pasen años antes de que uno logre acercarse al espíritu del haiku y, si tiene la vocación para ello, conseguir una escritura decente. 
             Todo ello también va vinculado al desarrollo espiritual de la persona. Normalmente, con el paso de los años uno tiende a retirarse cada vez más de lo retórico, lo anecdótico, lo dinámicoy lo accidental y buscar la paz, adentrarse en lo espiritual y adquirir una mayor consciencia de lo universal. Es una ley natural y se supone que todo ello se verá reflejado también en sus haikus.
            Tener corazón de poeta, Aparte de ser sensible y compasivo, que ello se sobreentiende, ser poeta significa ser conscientemente trascendente. Es algo de extrema importancia, y serlo es imposible sin una curiosidad sobre el ser humano y la Creación que trascienda lo puramente material, fenomenológico y psicológico. Estar profundamente interesado en las grandes cuestiones de la existencia:  el sentido de las cosas, el destino del hombre, la naturaleza de Dios o por lo menos, la de su existencia, el amor universal, etc. Me atrevo incluso a afirmar que una personalidad puramente intuitiva que prescinde de estas cuestiones no podría llegar a ser un poeta de envergadura. La consciencia de lo trascedental nos ayuda (mejor dicho, nos empuja) a escribir sobre lo más sencillo con una profundidad cósmica. Así escribían los clásicos.
         Seguimos: ser amoroso y cairñoso. Amar la Creación y a todo ser humano.
         Estar dispuesto al cambio. Ello significa que el haijín sea capaz en cualquier momento de sacrificar muchos apegos e ideas fijas que no tienen nada que ver con el haiku pero que han ido infiltrándose en sus posturas, actitudes y escritos.
         A lo largo de los años, debido a varios factores que básicamente tienen que ver con la falta de una dirección constante y adecuada, se pueden haber producido muchas distorsiones, acumulaciones de clichés y claras equivocaciones. Llegado el momento, un haijín debería ser capaz de desprenderse de ese lastre y empezar en limpio.

Parte 3

            Siguiente rasgo del buen haijín: está centrado. Ser hajín es vivir constantemente en un mundo diferente. La palabra ¨diferente ¨ no significa que esté desprendido de la realidad, sino que para él no existe una línea divisoria muy clara entre la poesía y el resto de la vida. Todo es poesía y todo es objeto de poesía. Una actitud poética hacia la realidad inevitabemente produce sus tensiones pero es el tributo indispensable que uno paga por su vocación.
           Los que no le entienden dirán posiblemente que es un distraído, un disperso, que vive en las nubes, etc. cuando la verdad es justo la contraria: que está centrado, y muy bien centrado en aquello para lo que ha sido llamado. Que una actitud así a la vez poetiza y ennoblece su ambiente inmediato y que lo que probablemente haya sustraído en cuanto a tiempo y atención siempre lo devuelve con creces; no sólo al mundo, sino a los más cercanos que no están centrados sólo en sus expectativas y exigencias.
            En el mundo del haijín las cosas no son estáticas, ni puramente materiales, ni delimitadas de forma nítida: todo está en movimiento, cambiando de forma, sonando de millones de maneras a la vez, saliendo de una posibilidad y entrando en otra, fusionándose  inesperadamente con el resto. Es un mundo misterioso con sus propias leyes, cuya percepción empieza allí donde terminan los cinco sentidos. Los cinco sentidos no son sino el inicio del camino, la etapa de ajuste, de enfoque y acostumbramiento.
            Un haijín, si lo es de verdad, encuentra en el haiku su patria, su charco y su monte. No se puede ser haijín a tiempo parcial, ni cuando decidamos que las circunstancias nos lo permiten. La poesía se respira. No podemos elegir cuándo respirar y cuándo, no. El que le pone límites a esta vida, vida de apertura hacia un potente mensaje que nutre el alma, es que está intentando hacer de la realidad un jardincillo para uso propio. Cosa imposible.
             Quien es poeta, es poeta con todas las consecuencias. Permanece en lo suyo, no se mueve de allí, trabaja, capta, se equivoca, lucha. Responde. Sufre. Su arte no es un violín en un estuche que sacan con ocasión de un concierto o de una fiesta; es el violín de un músico callejero que da de comer el pan de cada día.
            Ser generoso. A mi entender, como ser haijín es antes que nada un don y una vocación, ello no le confiere ningún privilegio, ni tampoco, sabiéndose un simple tesorero y no  un propietario, se permite el haijín utilizar los frutos de su talento  para ganar prestigio o premios. El arte no es un pasaporte para el reconocimiento. No es una método que nos permita cobrar identidad en nuestros ojos y en los de los demás. Es un destino. He por qué el haijín tiene que escribir como canta un pájaro: generosamente, abiertamente, sin especular con los silencios so pretexto de misterio. Quien quiere ser digno del nombre de haijín tendría que sentirse incómodo, por ejemplo, con unas decenas de haikus escritos a trompicones que no van más allá de una simple promesa de algo más sustancial y que, debido a la conyntura, posiblemente le hayan traído cierto reconocimiento en su día, pero que todo ha quedado allí, siendo ahora sólo el nombre que trabaja para él.
             Cuando se es poeta, se es de corazón grande porque grande es aquello que se vive.
          Ser amante de la palabra. A pesar de que el haiku se vale de un lenguaje depurado al máximo, esta es una simplicidad engañosa: la simplicidad de quien ha llegado a intuir el abismo de la palabra. Por ejemplo, la palabra ¨piedra¨  para un poeta está mucho más cerca del centro de la creación que para los que viven afincados en el mundo fenomenológico. Otro ejemplo: la luna, un signo poético por excelencia. Pues para el haijín, cuanto menos poesía emane la luna, mejor. La luna está allí: dejémosla ser lo que es y no osemos ni siquiera insinuar que la luna es más poética que una piedra al lado del camino o la cáscara de un cangrejo muerto. No porque posiblemente no lo fuera, sino porque no es asunto nuestro cargar las cosas de intenciones. No es el poeta quien pone el orden en el universo. Sólo lo transmite a través de la inspiración.
            El poeta se mueve en el lenguaje como un ser acuático en el agua: es su elemento, pero poco más puede decir. Esto es la poesía. El haijín es la rana de Basho saltando en el estanque. No es él quien se ha crerado a sí mismo, ni quien ha creado el agua, ni tampoco quien produce el sonido del agua: es sólo aquel que salta de una realidad a otra, la verdaderamente suya. La rana no se puede quedar mucho tiempo fuera de su elemento. Vuelve al suyo, y vuelve decididamente con un salto que reverbera en el universo entero.
            Para el poeta las palabras tienen peso, olor, color y las combinaciones entre ellas producen unas fragancias, unos vuelos y unos saltos en el tiempo, el espacio y fuera de ellos que, más que ser un descubrimiento, expresan la completa libertad que vive el espíritu humano. Escribir un poema no es descubrir; es ya saber.
            Escribir es moverse en el agua de la fuente, de donde salen las cosas para luego revestirse de sus características propias y ocupar su justo lugar en el mundo.
            Para el poeta de haiku como para cualquier otro, el viaje a la palabra es el viaje a sí mismo y el viaje al Creador, de Quien emana todo. Para él la palabra, por supuesto, se encuentra más allá de lo puramente funcional y comunicativo, pero se escapa también a cualquier categorización estética, filosófica e existencial. Con cada palabra, el haijín abre un abismo en el que hay que saltar para cruzarlo. 
            Ser luchador. Un hajín nunca se rinde, porque ama. Quien ama de verdad nunca se ve derrotado porque está permanentemente derrotado por el amor. Ello le confiere el atrevimiento de no darse nunca por vencido y exigir, exigir con una santa libertad que las cosas sean como es digno que lo sean. El haijín ve su arte como un acto de agradecimiento y la escritura de un poema, como el preparar una ofrenda. Es una ofrenda de elementos sencillos, pero escoge lo mejor y descarta aquello que lleve aunque fuera la más mínima tacha. Lo que se ofrece tiene que ser perfecto. Y la perfección viene de lo alto. Por lo tanto, en el caso de la poesía, la responsabilidad del poeta es dejarse elegir lo mejor para devolverlo a Quien lo ha creado. El ser humano, quien más cerca está de la perfección (aún estando muy lejos) tiene la responsabilidad de la elección consciente. ¿Que se puede equivocar? Por supuesto. Pero permanece tranquilo porque su amor lo redime.
            Un haijín no publica nada antes de haberse asegurado (apelando a su intuición más profunda y contrastando con un maestro) de haber logrado la mejor forma, el sonido veraz, el mejor ritmo, la armonía entre los diferentes ingredientes (luz, sonido, olor, perspecrtiva, distribución de los elementos, color, temperatura, etc.),  de haber utilizado las mejores palabras, etc....por lo menos de momento, que ya volverá al día siguiente para mirarlo con ojos nuevos e ir depurando, si es preciso. Y buscar ayuda cuando no está seguro.
            Ser responsable ante su vocación . Un haijín en ningún momento olvida el alto designio que tiene él y el arte que le ha sido confiado y no se permite profanar las palabras so pretexto de innovación, de ganarse aceptación o de ser comprendido. Escribir es  una cruz, una cruz dulce, pero muy exigente a la vez. La misma palabra lo denota: ser responsable es saber responder adecuadamente a la llamada.
           El haijín verdadero no se acomoda diciéndose que tiene una larga vida por delante para crecer y mejorar. Habiendo llegado a conocer la relatividad y la estrechez del tiempo y el espacio, vive cada día y cada haiku como si fueran el último y está serenamente preocupado porque lo que deje tras de sí no acabe disolviéndose como un chiste en el ambiente cargado de una taverna.

Parte 4

         …Siguiente condición para el buen haijín: estar recogido. Ir por el camino del haiku impone, al menos hasta consolidarse en uno el buen criterio, cierta reserva que permita la pacificación, la interiorización y de allí, el crecimiento artísitco. El haiku no es un juego de sociedad. La charlatanería acaba con la poesía, como ocurre con cualquier cometido serió; en cambio, el silencio la nutre. En general, la poesía es un arte eminentemente solitario.  
           Por supuesto, ello no significa aislarse, sobre todo de personas de alto criterio que nos puedan ofrecer su opinión, su conocimiento o sus sugerencias. Todavía menos significa prescindir del maestro, si se tiene la suerte de disponer de uno; y que, como resultado de esas opiniones o esa dirección, que no se tengan que admitir cambios o descartar poemas enteros. Muchas veces (diría, la mayoría) somos ciegos para nuestros propios defectos. Pero a pesar de todo ello, a la hora de la verdad lo único que hay allí es una pluma en la mano, una hoja de papel virgen y un corazón a la espera. Nada más. Todo el resto, como si estuviera en otro planeta.

Decía Kafka:
No tienes por qué dejar tu habitación.
No te muevas de tu escritorio; escucha.
Ni siquiera escucha; simplemente espera.
Ni siquiera espera; permanece tranquilo y en soledad.
El mundo se te presentará solo para que le quites la máscara.
No le queda otra opción.
En éxtasis, rodará a tus pies.

         La única objeción  que tendría aquí es que, metáfora aparte, el mundo no es algo vivo en el sentido estricto de la palabra para poder ofrecerse a nadie, ni rodar solo, ni caer en éxtasis. La fuente de la inspiración para que veamos el mundo en su desnudez es distinta, y ya hemos hablado de ello. Pero por lo demás, el escritor judío expresa muy bien la necesidad de recogimiento y pacificación interior como condición previa para poder detectar y atender un mensaje revelador.
         Si uno no busca la soledad, menos probabilidades tendría de escuchar en medio del tumulto de voces e impresiones la voz inconfundible de la inspiración. Hay dos tipos de distracciones: las exteriores  y las interiores. Pues si el haijín no limita por lo menos las exteriores, más probable se hace que escriba algo que le parece que quiere escribir y no aquello que debería escribir. A primera vista, esto es  una contradicción. Se cree que es una señal de autenticidad y de libertad artística escribir precisamente aquello que uno siente que quiere. Aparentemente, el deber es contrario a la libertad y no es así. Intentaré explicarme. 
         Siendo, como decía, siervo y no dueño de las inspiraciones, el haijín debe escribir lo que debería y no lo que le gustaría. El verdadero poeta es antes que nada obediente y luego, libre. O, mejor dicho, es libre porque es obediente a las inspiraciones. Como en cualquier ámbito de la vida, es el deber y no la ausencia de responsabilidad el que genera la verdadera libertad. Es decir, deber y libertad no se excluyen mutuamente, sino se compenetran. Por tanto, el recogimiento es importante para poder, eliminando al menos el ruido exterior, estar en una mejor condición para distinguir lo realmente valioso en el flujo de la consciencia, evitando impulsos aleatorios e impuestos que, revestidos de espontaneidad, le empujen a uno escribir aquello que supuestamente ha elegido él. Estos impulsos no son la voz de la inspiración, sino la del ego. Habré de advertir aquí que detectar aquello que verdaderamente ha de ser expresado, es decir, el deber artístico del momento, no es una cosa fácil y que en este aspecto siempre habrá un número de fallos, a veces bastante elevado. Los tenían los clásicos, lo tendrá el haijín de hoy. Es como cribar la arena de un río en busca de granitos de oro: si, tras varios intentos entre las piedrecillas en la criba aparece uno, el haijín debería ser capaz de detectarlo, recogerlo y las piedrecillas descartarlas, por muy atractivas que puedan ser. Serán bellas, pero no son de oro. Es evidente que para poder uno concentrarse y coronar con éxito este empeño, es imprescindible que esté recogido. Me gustaría repetir además que el acto creativo es como un sacramento: para ser digno requiere del silencio.
        Permanece fiel a su propio ser artístico. Cada haijin tiene su propio enfoque y estilo artístico, su campo de actuación preferente y sus herramientas. Un haijín tendría que encontrar su estilo y permanecerle fiel. Ello se puede detectar por la especial afinidad que se siente con algún o algunos de los clásicos. Por supuesto, su inclinación específica puede ser discernida con más claridad por el maestro.
       Hay haijines más inclinados a lo descriptivo, otros están dotados de un especial ingenio, terceros, de un profundo sentimiento de lo sagrado, cuartos, de una consciencia innata de lo minúsculo, quintos son de vena más romántica, etc. Hay haijines con un poder linguístico admirable que saben conjugar con las exigencias de simplicidad del lenguaje y otros, que sin una lectura atenta pueden hasta parecer sosos. Asimismo, hay diferencias, a veces muy perceptibles, entre el haiku femenino y el masculino.
      Y finalmente, el poeta de haiku no cae en la complacencia. Contrasta  lo escrito con los clásicos, busca, como se dijo, dirección, no se deja llevar fácilmente por autoridades dudosas u opiniones halagüeñas, etc.

      ...Resumiría todo lo expuesto con lo siguiente: un haijín no es otra cosa que un caminante por el camino del haiku...pero no un caminante cualquiera, sino un verdadero peregrino. 

                                                 *   *    *

       Aquí pongo fin a mis reflexiones sobre la figura del haijín. Espero en cierto modo haberlo rehabilitado, porque sin auténticos haijínes falta un criterio firme que permita separar lo verdadero de lo sucedáneo y lo único que produciría un ambiente así sería más confusión y menos arte.

        El hecho de que el  haijín auténtico no aparezca a menudo en sus escritos no significa que no esté totalmente presente con sus cualidades específicas muy detectables y definibles. Es por ello por lo que he querido recogerlas y exponerlas aquí.

        Como decía al principio, espero que los neófitos puedan sacar fruto de estas meditaciones para emprender el apasionante camino del haiku con una idea más clara de su vertiginosa belleza y a la vez, del profundo compromiso que requiere.


        Un cordial saludo a todos.

Konstantin (Constantino) Dimitrov (c)
Todos los derechos reservados. Para contactos: constantino.dimitrov@gmail.com

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9 comentarios:

  1. ¡Excelente, Konstantin!
    Valiosas, muy valiosas tus reflexiones.
    No sé si a todos, pero a muchos nos está haciendo falta esa depuración conceptual, y tus palabras, sin duda, apuntan a establecer posturas honestas para generar poesía auténtica.
    Tu preocupación, desde luego, no conlleva otro objetivo que el de consolidar lo genuino y positivo, procurando aventar lo superfluo, lo advenedizo...

    Gracias en nombre del haiku, y seguiré atento al curso de estas meditaciones.

    Un abrazo.

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  2. Coincido con Juan Carlos, Konstantin, en lo positivo de tu aporte y en la necesidad de detenernos a pensar en lo que pretendemos al intentar decir a través de haiku.

    Y reflexiono sobre lo natural sobre lo artificial, lo vivido por encima y antes, siempre, que lo inventado. Porque haiku es mucho más que un género que, en Occidente, se pretende que sea sólo eso. Haiku es parte de una cultura que hemos heredado desde el deseo de apropiarnos del género, cuando en realidad, es un modo de mirar y decir, de ser y estar en el mundo. Personalmente, no creo en el vuelo libre en haiku, algo que distorsiona, desde mi punto de vista, el sentido de haiku. Encuentro en tu reflexión mucho de lo que mi maestro ha señalado durante mi tiempo contínuo de preparación (que es siempre).

    y creo que haiku es un camino hacia la humildad, un espacio de maravilla de la naturaleza que, humanamente, se convierte (en español) en palabras. Otra diferencia radical con el haiku en japonés, que va más allá, mucho más allá y que, difícilmente, podremos alcanzar con nuestra idiosincracia.

    un abrazo.

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  3. Gracias, Konstantin, por estas profundas reflexiones.

    Hace una tarde de lluvia. Desde mi escritorio veo las nubes grises. El lugar ideal para estudiar, para meditar estas palabras tan sabias.

    Estaré con ellas toda la tarde.

    Un abrazo.

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  4. Constantin, gracias por estas reflexiones; las he leído con interés y las seguiré releyendo.Me ayudan a despejar dudas.
    Voy a leerte en donde te encuentre; necesito de gente como tú.
    Gracias.
    Un abrazo.

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  5. Magnifico!!!
    Muchísimas gracias por compartir estas ideas.
    A los malos aprendices nos vienen muy bien
    Un fuerte abrazo

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  6. Una segunda parte se añade a la primera de tu ensayo, de tu visión que plasmas en éstos textos en los que encontramos esas referencias claras al terreno de haiku. Que, al fin, es un enorme interrogante, un gran misterio, un signo de cambio, y que exige eso que tan bien señalas: humildad.
    Muchas gracias por tus reflexiones. Me quedo con esa humildad, la esencia de todo, que nos permite una mirada limpia, libre de prejuicios y de juicios, una mirada capaz de ir a lo puro desde el ángulo que, a ras de suelo, nos permite ver la grandeza de la hormiga y también la brizna cuyo peso alimenta el esfuerzo.
    Un saludo respetuoso.
    Asami

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  7. Querido amigo:

    Acabo de leer la Parte 4 (y última) de estas Meditaciones en torno a Ser Haijin.
    Sin duda, tu dedicación, el profundo conocimiento y este acto de dar, confluyen y conforman una unidad de criterio admirable.
    Sobre tus meditaciones vendrán ahora nuestras reflexiones. Como dijera desde el comienzo, un valioso aporte.
    Más allá de la adhesión total o parcial que pueda suscitar este trabajo intelectual, merece destacarse tu buena voluntad y la consigna impuesta: una fuente donde reconocer los valores esenciales que debe respetar todo haijin, para respetarse a sí mismo y a quienes lo acompañan en este difícil pero hermoso camino del haiku.
    Ya que no es una aventura, es una misión.

    Gracias, Konstantin.

    Un fuerte abrazo.

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  8. .


    Muchísimas gracias a todos por haberme acompañado en este tramo del camino.


    Konstantin

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  9. En su momento ya te dije que me parecían unas recomendaciones magníficas. Pero cuanto más las leo, más las valoro. Muchas gracias de nuevo por enseñarnos.
    Un fuerte abrazo y Feliz Pascua

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